martes, 20 de abril de 2010

NOCHE DE FEBRERO EN NEW YORK




Cuando cierran los negocios, una luz invernal
        abre el aire para el lirio azul,
        el destello de la escarcha a través del humo,
        los granos de mica, la sal de la vereda.
Cuando cierran las oficinas, pies iberados y
        autónomos trazan diseños sobre las calles
        en el paseo y la prisa; cabezas como globos
        flotan y se sumergen sobre ellos; los cuerpos
       no están de veras ahí.
Cuando se encienden las luces, cuando el cielo se apaga,
        una mujer con los tacos torcidos le dice a otra
        mientras caminan a buen paso,
        “Lo que más me gusta es la vida, ¿sabés?
        ¡Me encanta vivir! Incluso si tengo
        que ponerme vieja y gruñona!— ¡o renga!
        Hasta renga, podría…”  Inaudible.
Para el caos de tonos múltiples
         de los cambios es una danza
         hacia los puntos de la brújula, un río de cuatro cauces.
         Perspectiva de cielo
         incrustado en avenidas, abandonado en cada esquina.
         Cielo del este, cielo del oeste: ¡Más vida esta noche! Un intervalo
         de apertura en las afueras del invierno.



(Collected Earlier Poems, 1940-1960,  New Directions Publishing Corporation, 1979).










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